Si bien al principio el gobierno de Guadalupe Victoria se llevó a cabo sin grandes conmociones, la situación se complicó después. Las logias masónicas se habían convertido en baluarte y tribuna de las facciones contrarias y el país fue presa de las ambiciones de los políticos que navegaban a su conveniencia de un partido a otro. Como resultado, en esos años hubo gran inestabilidad política y social, muchos gobernantes, se dictaron cinco constituciones, se libraron varias guerras con los invasores extranjeros que seguían viendo a México como botín y fuente de riquezas. De esta forma, se perdió más de la mitad del territorio del país.
La segunda mitad del siglo XIX fue de importantes transformaciones políticas y sociales. La minería se recuperó poco a poco, sin alcanzar los niveles que tenía antes de la guerra de Independencia. La plata acuñada en moneda siguió siendo el primer producto de exportación del país; sin embargo, las ganancias obtenidas de su comercialización no se utilizaron para mejorar la planta productiva, sino para pagar los intereses de la deuda externa.
A finales del mandato de Ignacio Comonfort se intentó modificar el sistema monetario para hacerlo decimal. El gobierno ordenó por decreto del 15 de marzo de 1857 el cambio de sistema pero las condiciones del país impidieron su aplicación. La guerra interna se encadenó con las reclamaciones extranjeras por la suspensión del pago de la deuda externa anunciada por Benito Juárez, lo que se convirtió en el pretexto para justificar la intervención Francesa encabezada por Napoleón III. El monarca aprovechó algunos ofrecimientos que venían del partido monárquico para colocar a un príncipe extranjero al frente del gobierno mexicano. Así, el sistema decimal a pesar de haber sido ratificado por un decreto del presidente Juárez en 1861, no se aplicó plenamente, ya que apenas se acuñaron algunas monedas republicanas de uno, cinco y diez centavos en 1863.
Napoleón III propuso como monarca al Archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo, quien fue proclamado emperador en 1864. Entre sus primeras acciones, se encuentra el ordenar la acuñación de moneda bajo el sistema decimal. Fue entonces cuando se acuñaron las primeras monedas de un “Peso”.
Las monedas de Maximiliano destacan por su bella factura, en el anverso ostentan el perfil del emperador y la leyenda MAXIMILIANO EMPERADOR; en el reverso el escudo imperial y la leyenda IMPERIO MEXICANO, la denominación y el año. El diseño de estas piezas, entre las más bellas de México, se debe a Sebastián Navalón, Cayetano Ocampo y Antonio Spíritu. Las piezas de plata de diez y cinco centavos y las de cobre de un centavo presentan diseños más sencillos.
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